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Ubicada en el municipio de San Martín Texmelucan, en el estado de Puebla, la Hacienda San Cristóbal Polaxtla es uno de los testimonios arquitectónicos más importantes del periodo virreinal y del porfiriato en el centro de México.
Aunque actualmente se encuentra en estado de deterioro, esta antigua hacienda fue durante siglos un símbolo del poder económico rural, del conflicto agrario que marcaría al país en el siglo XX, y de las transformaciones sociales impulsadas por la Revolución Mexicana.
Orígenes coloniales y auge agrícola
La Hacienda San Cristóbal Polaxtla tiene sus raíces en el periodo virreinal, cuando grandes extensiones de tierra fueron otorgadas a particulares o adquiridas por órdenes religiosas y familias influyentes. La región de Texmelucan, con tierras fértiles y una ubicación estratégica entre la ciudad de Puebla y el Valle de México, se convirtió en un punto clave para la producción agrícola y ganadera.
Durante los siglos XVIII y XIX, Polaxtla creció hasta convertirse en una hacienda autosuficiente, con infraestructura avanzada para su época. Se cultivaban principalmente cereales, maguey para pulque, maíz y frijol. También contaba con ganadería, talleres, almacenes y viviendas para peones y trabajadores. Como muchas otras haciendas del centro del país, su poder económico se basaba en una estructura social rígida que giraba en torno al hacendado y su dominio sobre la tierra.
Apogeo porfirista y tensiones sociales
A finales del siglo XIX, durante el porfiriato, la hacienda alcanzó su máxima expansión. Fue en este periodo cuando se consolidaron muchos de los elementos arquitectónicos que aún pueden observarse: grandes patios centrales, corredores con arcos, jardines, bodegas, trojes, una capilla dedicada a San Cristóbal y extensos campos de cultivo. Las reformas liberales del siglo XIX habían favorecido la concentración de tierras, y la hacienda creció gracias a la compra de terrenos comunales y a la mano de obra barata proveniente de las poblaciones indígenas aledañas.
Sin embargo, este auge económico vino acompañado de crecientes tensiones sociales. Las condiciones laborales eran precarias, y el control que ejercían los hacendados sobre los peones incluía prácticas como las tiendas de raya y las deudas heredadas. En este contexto, la Hacienda San Cristóbal Polaxtla se convirtió en símbolo de la desigualdad agraria que daría origen al movimiento revolucionario de 1910.
Expropiación y reforma agraria
Con el estallido de la Revolución Mexicana, muchas haciendas del país fueron intervenidas o abandonadas. En el caso de Polaxtla, la hacienda fue expropiada en la década de 1930 como parte del programa de reforma agraria impulsado por el presidente Lázaro Cárdenas. Este proceso significó la entrega de tierras a los campesinos mediante la creación de ejidos, y marcó el fin del sistema latifundista que había predominado por siglos.
Los antiguos peones de la hacienda se convirtieron en ejidatarios, y parte de las instalaciones fueron reutilizadas como oficinas, bodegas comunales o escuelas rurales. Sin embargo, otras secciones quedaron en desuso, iniciando un lento proceso de deterioro. A pesar de ello, la comunidad mantuvo vivo el recuerdo del papel que la hacienda había tenido en su historia.
Estado actual del inmueble
Hoy en día, la Hacienda San Cristóbal Polaxtla se encuentra en estado de abandono parcial. Algunas de sus estructuras aún se conservan, como los muros de piedra, las arcadas, los restos de la capilla y la casa principal. Sin embargo, el paso del tiempo, la falta de mantenimiento y la invasión urbana han puesto en riesgo su integridad.
Gran parte del casco de la hacienda ha sido invadido o reutilizado de manera informal. Otras secciones han sufrido derrumbes o han sido modificadas sin seguir criterios de preservación patrimonial. No obstante, los vestigios que persisten permiten reconocer la importancia que tuvo este sitio como unidad de producción, centro social y núcleo económico de la región.
Valor cultural y memoria colectiva
A pesar de su deterioro, la Hacienda San Cristóbal Polaxtla conserva un profundo valor simbólico para las comunidades de Texmelucan. Es un recordatorio tangible de la transformación del campo mexicano, desde el régimen hacendario hasta la lucha campesina por la tierra. Algunos habitantes mayores aún recuerdan historias de sus abuelos que trabajaron en los campos de la hacienda o vivieron en sus casas de peones.
Diversas organizaciones culturales y académicas han mostrado interés en documentar su historia y promover su rescate como patrimonio histórico. El INAH ha realizado algunos registros, pero hasta ahora no se ha consolidado un proyecto integral de restauración o musealización.
Potencial turístico y educativo
La hacienda tiene un enorme potencial como destino de turismo cultural y como espacio para la educación histórica. Su ubicación cercana a Texmelucan y a grandes centros urbanos como Puebla y Ciudad de México, la hace accesible para visitantes interesados en la historia agraria y la arquitectura colonial.
Un proyecto de recuperación que integre a la comunidad, a instituciones educativas y a organismos de preservación del patrimonio permitiría no solo rescatar el edificio, sino también crear un centro cultural, museo de sitio o espacio comunitario que promueva el conocimiento del pasado rural del país.
Propuestas para su rescate
Existen propuestas para declarar a la Hacienda San Cristóbal Polaxtla como patrimonio cultural del estado de Puebla. Esto permitiría gestionar recursos para su restauración y establecer un plan de manejo sustentable. Entre las ideas destacan:
- La creación de un centro de interpretación histórica.
- Talleres y eventos culturales vinculados con la historia agraria.
- Rutas turísticas que conecten diversas haciendas de la región.
- Espacios educativos para las nuevas generaciones.
La Hacienda San Cristóbal Polaxtla es más que un conjunto de ruinas: es un testigo de las transformaciones sociales y económicas que marcaron a México durante los últimos siglos. Desde su auge como centro de producción agrícola hasta su expropiación revolucionaria, su historia refleja los conflictos, las aspiraciones y los cambios que han dado forma al país. Su rescate no solo es una oportunidad para preservar el pasado, sino también para construir un futuro donde la memoria, la cultura y el desarrollo comunitario caminen de la mano.
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