Ubicada en el corazón de la península de Yucatán, la Hacienda Uxmal es mucho más…

A pocos kilómetros de Mérida, en el tranquilo municipio de Tixkokob, se alza la Hacienda San Antonio Millet, una de las joyas arquitectónicas más representativas del auge henequenero en Yucatán.
Más allá de su imponente presencia colonial, esta hacienda encarna el espíritu de una época transformada y la promesa de un presente que honra la memoria histórica mientras apuesta por la revitalización cultural y turística.
Una herencia del siglo XVII
La historia de la Hacienda San Antonio Millet se remonta al siglo XVII, cuando fue fundada como una finca agrícola en los vastos terrenos del oriente yucateco. Como muchas otras propiedades de la región, su desarrollo se aceleró en el siglo XIX con el auge del henequén, la fibra vegetal que llegó a ser conocida como el “oro verde” de Yucatán.
Durante su época de esplendor, la hacienda funcionaba como una unidad económica casi autosuficiente. En sus terrenos se cultivaba y procesaba el henequén, utilizando elaborados sistemas de rieles, máquinas desfibradoras y estructuras industriales hoy consideradas parte del patrimonio cultural. La casa principal, de estilo neoclásico, servía como residencia del propietario y núcleo administrativo, mientras que las áreas adyacentes estaban dedicadas al trabajo agrícola y al alojamiento de los peones.
El paso del tiempo y el abandono
Como muchas otras haciendas yucatecas, San Antonio Millet entró en decadencia tras la caída del sistema henequenero en el siglo XX. La reforma agraria impulsada por el gobierno de Lázaro Cárdenas y la pérdida del mercado internacional provocaron el abandono de muchas fincas.
Por varias décadas, la hacienda quedó sumida en el silencio, con sus muros cubiertos de vegetación y sus pasillos vacíos. La naturaleza reclamó el espacio, mientras los vestigios de una época próspera quedaban ocultos tras la maleza. Sin embargo, lejos de desaparecer, la hacienda esperó pacientemente su oportunidad para renacer.
Una restauración con alma
La restauración de Hacienda San Antonio Millet comenzó a finales del siglo XX, impulsada por una familia con profundo amor por la historia y la arquitectura. El objetivo era rescatar la esencia de la hacienda sin perder de vista su valor estético, histórico y emocional.
La intervención se realizó con respeto por las técnicas y materiales originales: mampostería de piedra, pisos de mosaico de pasta, techos altos con vigas de madera, puertas de cedro y detalles ornamentales cuidadosamente restaurados. La casa principal recuperó su esplendor, al igual que los jardines, los corredores y las estructuras que alguna vez albergaron la producción del henequén.
Más allá de su restauración arquitectónica, San Antonio Millet ha sido concebida como un espacio de contemplación, hospitalidad y cultura, adaptado para recibir eventos, sesiones fotográficas, producciones cinematográficas y visitantes interesados en la historia y la belleza de las haciendas yucatecas.
Escenario de historia y arte
San Antonio Millet no es solo un testimonio del pasado; es también un espacio que ha sabido integrarse a la vida cultural contemporánea. Gracias a su atmósfera mágica y su cuidada restauración, la hacienda ha sido elegida como locación para películas, telenovelas, videoclips y sesiones editoriales.
Su arquitectura escénica, con amplios arcos, columnas majestuosas, jardines simétricos y una capilla pintoresca, crea un entorno ideal para la expresión artística. Los eventos realizados en la hacienda —bodas, conciertos, exposiciones— respetan la intimidad del lugar y celebran su riqueza cultural.
Además, su cercanía con Mérida la convierte en una escapada ideal para quienes buscan un entorno tranquilo, sin alejarse demasiado de la ciudad. Su estilo colonial, inmerso en la vegetación tropical del paisaje yucateco, ofrece una experiencia de inmersión histórica y estética.
Un símbolo del patrimonio henequenero
La Hacienda San Antonio Millet forma parte del conjunto de haciendas que definieron el paisaje y la economía del Yucatán del siglo XIX. En sus muros y jardines se puede leer la historia de un modelo económico que transformó la región: desde el auge del henequén hasta la profunda huella que dejó en la estructura social y territorial.
El rescate de estas haciendas no es solo una cuestión de belleza arquitectónica, sino también un acto de memoria colectiva. San Antonio Millet permite reflexionar sobre el papel que jugaron estas fincas en la historia de Yucatán, así como sobre las transformaciones sociales que provocaron, y la necesidad de reinterpretar su legado desde una perspectiva contemporánea.
Visitar la Hacienda: una experiencia de serenidad
Actualmente, la Hacienda San Antonio Millet no opera como hotel ni como espacio turístico masivo, lo cual le otorga una atmósfera de exclusividad y recogimiento. Se puede visitar previa cita, ya sea para sesiones fotográficas, recorridos históricos o eventos privados. Esta característica la distingue de otras haciendas adaptadas como resorts, ya que conserva una intimidad que permite vivir la experiencia sin interferencias.
Recorrer sus corredores, observar la simetría de su arquitectura, descansar bajo la sombra de los árboles del jardín o simplemente contemplar el juego de luces sobre sus muros, es una invitación a detener el tiempo y conectar con la historia profunda de Yucatán.
Conclusión
La Hacienda San Antonio Millet es mucho más que una finca restaurada: es un testimonio viviente de una época que definió la identidad yucateca, y un ejemplo de cómo el patrimonio histórico puede ser rescatado con sensibilidad y visión.
Su renacimiento no responde a la lógica del turismo masivo, sino a una filosofía de preservación cultural y belleza consciente. En cada detalle, desde sus portones hasta su capilla, se percibe un profundo respeto por la historia y el entorno.
San Antonio Millet representa una forma diferente de habitar el pasado: no como algo distante o decorativo, sino como una presencia viva que dialoga con el presente. En sus pasillos tranquilos y muros centenarios, el visitante descubre no solo la elegancia de otra época, sino también el valor de preservar lo esencial: la memoria, la belleza y el silencio.
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