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La Hacienda del Pedregal, situada en el municipio de Atizapán de Zaragoza, Estado de México, representa una de las haciendas históricas más emblemáticas de la región. Fundada entre los años 1550 y 1560, esta finca ha sido testigo de múltiples transformaciones económicas, sociales y territoriales, acompañando el desarrollo de la región desde los tiempos coloniales hasta la era moderna.

Hoy, aunque los vestigios físicos de la hacienda han sido absorbidos por el crecimiento urbano, su huella permanece viva en la memoria histórica del municipio, siendo un referente clave para entender el pasado rural de esta parte del Valle de México.

Orígenes y primeros usos del terreno

El nombre de la hacienda proviene del entorno rocoso que caracteriza la zona donde se estableció: una región rica en tepetate y otras piedras volcánicas que, durante la época colonial, fueron intensamente explotadas como materiales de construcción.

En sus orígenes, esta finca era conocida como Rancho El Astillero, y hacia 1719 pertenecía a Don Lucas de Carraga. Gracias a su ubicación estratégica, la propiedad contaba con acceso directo a manantiales naturales y al entonces llamado río San Mateo —actualmente San Javier—, lo que le otorgaba ventajas importantes para las actividades agrícolas y ganaderas.

Durante el virreinato, las tierras de la hacienda formaban parte de una amplia red de propiedades rurales en el norte del actual Estado de México, dedicadas principalmente a la siembra de maíz, maguey y la crianza de ganado, además de la producción de pulque.

Auge en el siglo XIX: una hacienda modelo

Un punto de inflexión en la historia de la Hacienda del Pedregal llegó en el año 1857, cuando los hermanos José María y Luis Velázquez adquirieron la propiedad. Bajo la administración del ingeniero José María Velázquez, la hacienda se modernizó y creció, convirtiéndose en un referente económico para la región.

A partir de 1862, la hacienda fue uno de los pilares que sustentaron el desarrollo del naciente municipio independiente de Atizapán, formalmente constituido en 1874. Se realizaron importantes inversiones en infraestructura agrícola y de transporte, lo cual permitió optimizar la producción y distribución de productos como maíz, carbón de leña, maguey, cantera y ganado.

Una de las innovaciones más destacadas fue la introducción del “Ferrocarril de Monte Alto” en 1892, una vía rudimentaria pero funcional que unía la hacienda con la Villa de Tlalnepantla. Este ferrocarril, jalado por recuas de mulas y compuesto por un solo vagón, facilitaba el traslado de mercancías hacia los mercados más importantes del Valle de México.

Transformaciones y auge económico

Tras el fallecimiento del ingeniero Velázquez en 1894, la hacienda cambió de manos varias veces. Primero fue adquirida por el ingeniero Andrés Aguayo, quien luego la vendió a su colega Ignacio Cortina. Este, a su vez, la transfirió a Don Felipe Rojas e hijos, quienes le dieron un nuevo impulso a las actividades productivas de la propiedad.

Fue hacia el año 1900 cuando la Hacienda del Pedregal alcanzó su máximo esplendor. En esta etapa, además de sus funciones agropecuarias, también se consolidó como una finca de explotación de piedra y tepetate, recursos ampliamente utilizados para el desarrollo de la infraestructura urbana en el norte del entonces Distrito Federal.

Durante este período, la hacienda también fungió como centro social y político de la zona, albergando reuniones, ferias y celebraciones religiosas, lo que la convirtió en un punto de encuentro para los habitantes del área.

Declive y urbanización

A lo largo del siglo XX, la dinámica socioeconómica del país cambió de forma acelerada, y muchas haciendas, incluyendo la del Pedregal, comenzaron a perder su función original. El crecimiento de la mancha urbana, especialmente en el Valle de México, provocó que los antiguos terrenos agrícolas fueran parcelados y vendidos para el desarrollo de fraccionamientos y centros comerciales.

Así, las tierras que alguna vez conformaron la extensa Hacienda del Pedregal se transformaron en zonas residenciales, escuelas, centros deportivos y calles pavimentadas. No obstante, aún pueden encontrarse referencias a su historia en la toponimia local, como en colonias que conservan el nombre “Pedregal” o en estructuras antiguas que sobreviven como testigos silenciosos de un pasado rural.

Patrimonio cultural y memoria histórica

Aunque hoy ya no se conservan en su totalidad las edificaciones originales de la hacienda, la memoria de su existencia sigue siendo relevante para los habitantes de Atizapán. Numerosos estudios históricos, testimonios orales y publicaciones locales han documentado su legado, resaltando su papel en el desarrollo agrícola, económico y social de la región.

Iniciativas culturales impulsadas por asociaciones civiles y cronistas locales han buscado mantener viva la historia de la Hacienda del Pedregal a través de exposiciones, recorridos históricos y eventos conmemorativos. En este sentido, la hacienda no solo forma parte del pasado físico de Atizapán, sino también de su identidad comunitaria.

Ubicación y contexto actual

  • Ubicación histórica: Territorio actualmente ocupado por diversas colonias del municipio de Atizapán de Zaragoza, en el Estado de México.

  • Coordenadas aproximadas: Alrededor del área conocida hoy como “El Pedregal” y zonas aledañas.

  • Acceso: Desde la Carretera Lago de Guadalupe o el Boulevard Ignacio Zaragoza.

  • Importancia actual: Aunque no se encuentra abierta al público como recinto turístico, la hacienda permanece como parte del patrimonio cultural documentado de Atizapán.

Un símbolo de transformación territorial

La historia de la Hacienda del Pedregal es el reflejo de un proceso de transformación profundo: de finca agrícola colonial a pieza clave en la urbanización del norte del Estado de México. Su evolución sintetiza la manera en que el país ha transitado del campo a la ciudad, adaptándose a los retos de cada época.

Más que un sitio físico, la Hacienda del Pedregal es hoy un símbolo de identidad y memoria histórica, cuya huella sigue viva en la cultura, los relatos y la configuración urbana de Atizapán.

Hacienda del Pedregal

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