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En el kilómetro 32 de la carretera Calkiní–Isla Arena, se encuentra la imponente Hacienda Tankuché, cuyo nombre en maya significa “delante de los cedros”. Establecida alrededor de 1830, la hacienda nació como un proyecto agrícola ganadero, cultivando maíz, henequén y palo de tinte.

A lo largo del siglo XIX evolucionó hacia la explotación intensiva del tintóreo palo de tinte y, posteriormente, del henequén, reflejando el paso del “oro verde” por la región .

Un estilo arquitectónico con alma francesa

Es esta fusión de historia y exotismo lo que ha ganado a Tankuché el apodo de “un pedazo de París en Campeche”. Su casa principal de dos niveles, coronada por una torre que asemeja un mirador medieval, exhibe un evidente estilo francés: flores, arco de medio punto y detalles neoclásicos convierten su arquitectura en un crisol de influencias europeas. Se cree que la familia Peón fue la impulsora de ese diseño, un guiño al refinamiento urbano de la época.

Auge y refinamiento durante el porfiriato

Con la integración del henequén a su producción hacia fines del siglo XIX, Hacienda Tankuché se convirtió en un centro de riqueza y modernidad rural. Según registros de 1859, ya era propiedad de Don Simón Peón, quien además construyó la carretera de acceso. Para 1925, la hacienda abarcaba cerca de 1,600 hectáreas, con infraestructura mecánica para procesar sisal y ganado en crianza.

Postrevolución y transformación social

La Revolución Mexicana y la Reforma Agraria terminaron su apogeo. Hacia 1972, gran parte de sus tierras fue expropiada para integrarlas al ejido Tankuché, aunque la maquinaria siguió operando hasta los años ochenta. La comunidad, ahora conformada como ejido, conserva rastros del pasado productivo, marcando un cambio claro en su uso y valor social .

Estado actual: belleza en ruina y vitalidad comunitaria

Hoy, Hacienda Tankuché se encuentra en un estado mixto entre el abandono y la vida comunitaria. Su estructura principal permanece, aunque pierde partes del recubrimiento, con integración de naturaleza en muros y techos. Sin embargo, existe vitalidad alrededor: ejidatarios viven en las antiguas casas de acasillados, mantienen electricidad, tiendas y celebran fiestas locales, manteniendo viva la memoria del lugar .

Potencial turístico y apoyo pendiente

Habitantes y promotores locales han impulsado la idea de convertir la hacienda en un sitio de turismo rural, aprovechando su arquitectura y entorno: sedes para eventos culturales, fotografía, recorrido histórico y contacto con la naturaleza. Sin embargo, la falta de inversión oficial hace que el rescate patrimonial esté todavía en espera .

El encanto del entorno natural

Además de la riqueza arquitectónica, la zona de Tankuché destaca por su entorno verde: bosques caducifolios de cedros, afluentes y la cercana reserva natural “El Remate”, con ojos de agua cristalina donde se puede nadar en piscinas naturales rodeadas de selva y vida silvestre ―un aliciente ecológico para la exploración rural.

Recomendaciones para viajeros rurales

Si deseas explorar Hacienda Tankuché y su entorno, aquí algunas sugerencias útiles:

  • Camino y acceso: situada a 32 km de Calkiní sobre una carretera asfaltada. Ideal para recorridos en auto particular o caminatas en cabalgata
  • Respeto estructural: al tratarse de ruinas parcialmente inestables, se recomienda ingresar con casco y siempre acompañado por un guía local.
  • Visita cultural: coordina con el ejido para un tour comunitario que incluya historia oral y tradiciones vivas.
  • Fotografía arquitectónica: los amaneceres ofrecen iluminación ideal para capturar detalles de arcos, mosaicos y la torre.
  • Ruta ecoturística: combina tu recorrido con una visita al ojo de agua de El Remate, perfecto para pasar un día de campo.
  • Apoyo local: aportar mediante compras a la tienda ejidal o donaciones para proyectos de rescate aumentará el impacto comunitario.

Una visión de pasado y futuro

La Hacienda Tankuché es un monumento vivo a la transición campechana: de un enclave agrario colonial a un vestigio rural con valor patrimonial. Su historia de prosperidad agraria, floración industrial y desmantelamiento social se refleja en sus ruinas. Hoy, este “pedazo de París” ruinoso se convierte en un lienzo para la memoria colectiva y para el desarrollo sostenible.

Memoria bajo cedros y sueños colectivos

Tankuché es mucho más que una vieja hacienda: es un sentido puente entre eras. Su arquitectura francesa, vestigios industriales, comunidad viva y entorno natural lo convierten en un lugar con alma. Visitarlo es abrazar una historia rica en contrastes: éxito económico, absorción comunitaria, declive y, sobre todo, un presente que espera renacer desde lo local.

Aquí el viajero encuentra más que belleza en ruina: descubre un valor intangible, hecho de cultura, memoria y potencial. Si te mueves desde la ciudad de Campeche o Calkiní, y aprecias los destinos rurales con alma, este enclave es una parada obligada.

Hacienda Tankuché

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