Escondida entre los cerros verdes del sur mexiquense, la Hacienda Temascaltepec es uno de esos…

La Hacienda San Félix Rijo, ubicada en Tilapa, Puebla, México, es un testimonio vivo de la historia colonial, industrial y cultural del país. Fundada a finales del siglo XVII, esta hacienda ha atravesado siglos de transformaciones, desde sus orígenes como un trapiche de caña hasta su restauración como un espacio moderno para eventos y turismo.
Su historia, rica en eventos y personajes, refleja los cambios sociales, económicos y políticos de México. Este artículo explora su evolución, impacto y relevancia actual.
Orígenes y Fundación
La historia de la Hacienda San Félix Rijo comienza en 1684, cuando Don Juan Rijo Briceño obtuvo una cédula real el 30 de mayo para establecer un trapiche destinado a la molienda de caña de azúcar. La construcción de la hacienda se inició a finales del siglo XVII, marcando el comienzo de una empresa que no solo daría nombre a la hacienda, sino también al pueblo de Rijo, formado por los trabajadores del ingenio. En esa época, los trapiches dependían de la fuerza animal para producir piloncillo y azúcar morena, lo que situaba a San Félix Rijo entre las 16 unidades productivas de la región, que incluían trapiches, ingenios y destilerías.
El trabajo en la hacienda era arduo, pero representaba un pilar económico para la región. La producción de azúcar morena era común en los ingenios de la zona, pero San Félix Rijo destacaría más tarde por su capacidad de innovar y modernizarse.
Cambios de Propiedad y la Influencia de la Iglesia
En 1786, la hacienda pasó a manos del Convento del Carmen en Puebla, permaneciendo bajo control eclesiástico durante casi un siglo. Esta transición reflejó el poder de la Iglesia en la Nueva España, que controlaba vastas extensiones de tierra y recursos. Sin embargo, con las Leyes de Reforma durante el periodo juarista, los bienes del clero fueron desamortizados, y en 1883, la hacienda fue adquirida por Don José Díaz Rubín, un español asturiano con visión de modernización.
Díaz Rubín transformó la hacienda al introducir maquinaria escocesa de Watson Company & Glasco, que utilizaba energía de vapor. Esta innovación permitió procesos más eficientes y de mayor calidad, convirtiendo a San Félix Rijo en el primer productor de azúcar refinada y la primera destilería de la región. Este avance no solo impulsó la economía local, sino que también le valió un reconocimiento en un artículo periodístico de la época, acompañado de un registro fotográfico que documentaba el progreso industrial del ingenio.
Impacto de la Revolución Mexicana
El esplendor de la hacienda se vio interrumpido por la Revolución Mexicana. En 1910, el conflicto armado trajo consigo violencia y destrucción. En 1914, las fuerzas zapatistas, lideradas por Emiliano Zapata bajo el lema “La tierra es para quien la trabaja”, llegaron a la región y devastaron la hacienda, dejándola casi en ruinas. Este episodio marcó un punto de inflexión, ya que muchas haciendas en México sufrieron un destino similar debido a los ideales agraristas del movimiento.
En 1924, Doña Hermelinda Llera, viuda de la Hidalga, vendió la propiedad a William Jenkins, conocido como “El gringo”. Jenkins adquirió las 16 unidades industriales de producción de azúcar de la región, enfocándose en la producción de licor de caña. Rumores históricos sugieren que este licor era comercializado con el gánster estadounidense Al Capone durante la prohibición del alcohol en Estados Unidos. Aunque estos rumores no están completamente documentados, reflejan el carácter transnacional de las actividades económicas de la hacienda en esa época.
Declive y Abandono
Tras la Revolución, la hacienda enfrentó un largo periodo de abandono. Las estructuras que una vez fueron símbolo de progreso industrial quedaron en ruinas, y su actividad económica se desvaneció. Este declive fue común en muchas haciendas mexicanas, que lucharon por adaptarse a los cambios sociales y económicos del siglo XX. Sin embargo, la Hacienda San Félix Rijo estaba destinada a renacer.
Restauración y Renacimiento
En 1993, los cascos de las haciendas de la región, incluida San Félix Rijo, fueron subastados por la paraestatal Azúcar S.A. Jorge Ibarra Alaman adquirió el casco de la hacienda, que posteriormente fue vendido a su actual propietario. Este nuevo capítulo marcó el inicio de un ambicioso proyecto de restauración que buscaba devolverle su esplendor original. Durante varios años, se trabajó minuciosamente para reconstruir las estructuras, respetando su arquitectura histórica y adaptándolas para usos modernos.
Un elemento destacado de esta restauración fue la recreación de un reloj monumental de tres campanas, originalmente importado de Francia por instrucción del presidente Porfirio Díaz para conmemorar el centenario de la Independencia de México. Aunque el reloj original se perdió durante la Revolución, una réplica exacta fue creada por la familia Olvera, relojeros de Zacatlán de las Manzanas, Puebla, basándose en fotografías históricas. Este esfuerzo simboliza el compromiso de preservar el legado cultural de la hacienda.
La Hacienda Hoy
Hoy en día, la Hacienda San Félix Rijo es un destino turístico y un espacio para eventos sociales, como bodas y reuniones. Ubicada en el kilómetro 126 de la carretera federal Cuautla-Izúcar de Matamoros, ofrece un hotel boutique, restaurante, jardines y salones que combinan la historia con la modernidad. Sus recorridos guiados, disponibles de 9 a 17 horas, permiten a los visitantes explorar su rica historia y arquitectura, con una cuota de recuperación de $100 para adultos y $50 para niños.
La hacienda también se ha convertido en un símbolo de resiliencia, habiendo resurgido “como ave fénix” tras casi un siglo de abandono. Su restauración ha preservado elementos arquitectónicos originales mientras se adapta a las necesidades contemporáneas, ofreciendo un espacio que transmite calidez y magia a quienes lo visitan.
Legado y Relevancia Cultural
La Hacienda San Félix Rijo no es solo un monumento histórico, sino un reflejo de la evolución de México. Desde su fundación en el siglo XVII hasta su renacimiento en el siglo XXI, ha sido testigo de cambios políticos, sociales y económicos que han moldeado la región de Puebla. Su capacidad para adaptarse, desde un trapiche colonial hasta un ingenio modernizado y, finalmente, un lugar turístico, demuestra su importancia como un espacio de memoria y patrimonio.
En conclusión, la Hacienda San Félix Rijo es más que una reliquia del pasado; es un lugar donde la historia cobra vida. Su restauración meticulosa, su papel en la economía regional y su transformación en un centro cultural la convierten en un ejemplo excepcional de cómo el patrimonio puede integrarse al presente sin perder su esencia. Invita a los visitantes a caminar por sus pasillos, conocer su historia y disfrutar de la calidez que emana de sus muros, asegurando que su legado perdure para las generaciones futuras.


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