Ubicado en el encantador pueblo de San Antonio, en el estado de Colima, el Hotel…

Enclavada en las montañas del municipio de Zacatelco, al sur del estado de Tlaxcala, la Hacienda San Bartolomé del Monte es un espacio que mezcla herencia histórica, belleza natural y una atmósfera espiritual única. Fundada en tiempos coloniales, esta hacienda ha pasado por distintas etapas de transformación hasta consolidarse como un refugio para el alma, donde se respira tranquilidad, se valora la conexión con la tierra y se conserva la memoria de generaciones que habitaron este lugar.
Hoy, San Bartolomé del Monte ofrece una experiencia turística íntima y profundamente sensorial, ideal para quienes buscan desconexión del ritmo urbano, reflexión interior y contacto con la naturaleza.
Un pasado con raíces virreinales
La Hacienda San Bartolomé del Monte fue fundada en el siglo XVII, durante la consolidación de los sistemas de encomienda y hacienda en la región tlaxcalteca. Ubicada en una zona montañosa de clima templado húmedo y suelos fértiles, se dedicó originalmente al cultivo de trigo, maíz y maguey, así como a la cría de ovejas y ganado bovino. A lo largo de los siglos, la hacienda atravesó los vaivenes propios de la historia de México: prosperidad, decadencia, reformas agrarias y abandono.
Sin embargo, a diferencia de muchas propiedades que se perdieron con el paso del tiempo, San Bartolomé del Monte fue recuperada y restaurada con esmero por una familia comprometida con preservar su historia y darle un nuevo sentido. Hoy en día, el casco principal de la hacienda conserva su estructura original: muros de adobe, techos altos con vigas de madera, patios empedrados, y una capilla del siglo XVIII que aún se mantiene en pie como testigo del sincretismo religioso que marcó la vida del campo mexicano.
Un centro de retiro y reconexión
Uno de los aspectos que distingue a San Bartolomé del Monte es su vocación espiritual y terapéutica. En lugar de convertirse en un complejo turístico convencional, la hacienda ha optado por convertirse en un centro de retiro holístico, en donde se realizan actividades enfocadas al bienestar integral: yoga, meditación, caminatas contemplativas, temazcales, talleres de sanación energética, herbolaria y alimentación consciente.
El entorno natural de la hacienda, rodeado de bosques de encinos y pinos, es ideal para practicar el silencio, la introspección y el descanso profundo. Los visitantes se hospedan en cabañas sencillas pero acogedoras, diseñadas para propiciar la calma y el desapego del bullicio exterior. No hay televisores ni distracciones digitales: la propuesta es volver a lo esencial, al cuerpo, a la respiración y al entorno.
Tradición y herencia rural
Además del enfoque terapéutico, San Bartolomé del Monte mantiene vivas varias prácticas de la vida rural tradicional, que pueden experimentarse durante la estancia. El cultivo de hortalizas orgánicas, la elaboración de pan en horno de leña, la producción de miel, la cría de animales de traspatio y la recolección de plantas medicinales forman parte de la cotidianidad de la hacienda.
Los visitantes pueden integrarse voluntariamente a las tareas del campo, lo cual genera un vínculo genuino con el lugar. Quienes lo desean pueden aprender a sembrar, preparar composta, hacer jabón artesanal o moler el maíz en metate, bajo la guía de personas que han habitado esta tierra durante décadas. En este sentido, la hacienda funciona también como un espacio de sabiduría campesina, donde se honra la memoria de los abuelos y abuelas del campo.
Capilla e identidad espiritual
Uno de los espacios más emblemáticos de la hacienda es su antigua capilla, dedicada a San Bartolomé Apóstol. Aunque pequeña y de arquitectura sobria, posee una energía especial que la convierte en un punto de reunión para ceremonias religiosas y rituales de agradecimiento a la tierra. Esta capilla, construida en piedra y adobe, conserva imágenes coloniales y un retablo sencillo, y es visitada por peregrinos y grupos espirituales que encuentran en ella un remanso de paz.
La hacienda promueve un ecumenismo respetuoso, en el que se honra tanto la tradición católica como los saberes ancestrales indígenas y las prácticas contemporáneas de sanación. Esta apertura la ha convertido en un espacio de encuentro para personas de distintas culturas, edades y creencias.
Gastronomía consciente
En San Bartolomé del Monte, la alimentación es parte del proceso de sanación. Los alimentos que se preparan en la hacienda provienen, en su mayoría, de su propio huerto o de productores locales. El menú diario varía según la temporada y está enfocado en platillos nutritivos, frescos y preparados con técnicas tradicionales.
Se sirven alimentos como caldos con hierbas, sopes de maíz criollo, ensaladas con flores comestibles, tortillas hechas a mano y bebidas naturales como infusiones de hierbas, atoles de pinole o chocolate espumoso. La cocina es sencilla pero profundamente conectada con la tierra y sus ciclos.
Caminatas, bosque y observación del cielo
Los alrededores de la hacienda ofrecen rutas de senderismo entre bosques y cerros, donde se pueden observar aves, recolectar plantas silvestres o simplemente caminar en silencio. Al caer la tarde, el cielo se llena de estrellas y es común organizar veladas al aire libre con fogata, relatos orales y observación astronómica sin contaminación lumínica.
Durante ciertas épocas del año, se organizan retiros temáticos que incluyen ceremonias de luna llena, encuentros de mujeres, prácticas de permacultura y festivales de la cosecha. Todo esto en un ambiente de profundo respeto por la naturaleza y la comunidad.
Cómo llegar y cuándo visitar
La Hacienda San Bartolomé del Monte se encuentra a unos 30 minutos de la ciudad de Tlaxcala, y a poco más de una hora y media desde la Ciudad de México, tomando la autopista hacia Puebla y desviando en Zacatelco. Se recomienda visitar durante la temporada de lluvias y otoño, cuando el bosque se cubre de neblina y el entorno se vuelve especialmente mágico.
San Bartolomé del Monte no es solo un destino: es una pausa necesaria, un respiro del alma, un regreso a lo simple y a lo esencial. Su mezcla de historia, misticismo y naturaleza lo convierte en uno de los rincones más especiales de Tlaxcala, donde el tiempo parece detenerse y la tierra vuelve a hablar en voz baja.
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