En el municipio de Ayala, al suroriente del estado de Morelos, se levanta la imponente…

Enclavada en las fértiles tierras del municipio de Huamantla, Tlaxcala, la Hacienda García Méndez es un refugio donde el tiempo parece detenerse y la historia se manifiesta en cada muro, en cada adoquín del patio, en el eco del viento entre los magueyes. Lejos del bullicio urbano pero al alcance de todo viajero curioso, esta hacienda abre sus puertas no solo como un espacio de descanso, sino como una ventana a la riqueza cultural, agrícola y espiritual de una región profundamente ligada a la tierra.
Fundada en el siglo XIX, la Hacienda García Méndez fue durante décadas una próspera unidad de producción pulquera. En ese entonces, el pulque era el alma de las haciendas del altiplano: bebida ritual, medio de sustento, identidad compartida. Como muchas de sus contemporáneas, García Méndez experimentó altibajos con la caída de la industria pulquera en el siglo XX. Sin embargo, lo que podría haber sido un destino de ruina y olvido, se transformó en una historia de recuperación patrimonial, respeto por las tradiciones y apertura a nuevas formas de habitar el pasado.
Patrimonio restaurado con calidez y alma
Hoy en día, la hacienda ha sido cuidadosamente restaurada por manos tlaxcaltecas que entendieron que su valor no solo reside en lo arquitectónico, sino también en lo simbólico. Se respetaron materiales originales —piedra, adobe, madera, teja—, y se integraron mejoras que permiten a los visitantes experimentar comodidad sin perder el vínculo con la historia. Los grandes portones de madera siguen dando paso al patio central, en cuyo centro florece un jardín que cambia de color con las estaciones, rodeado de corredores porticados donde el sol dibuja sombras a través de las columnas.
Las habitaciones mantienen el espíritu sobrio y elegante del siglo XIX: camas de hierro forjado, pisos de barro cocido, cortinas de lino, fotografías antiguas y piezas artesanales que provienen de talleres locales. Algunas cuentan con chimeneas que se encienden en las noches frescas, otras con vistas al campo abierto y a las hileras de magueyes que aún se cultivan en parte de la propiedad. Todo en García Méndez evoca el sosiego, la contemplación, la vida en armonía con el entorno.
Los espacios comunes invitan a la conversación pausada, al juego de mesa compartido, a la lectura silenciosa. Hay un antiguo granero acondicionado como sala de estar, una terraza sombreada para desayunar con vista al campo y una biblioteca discreta que guarda volúmenes sobre historia regional, botánica y arquitectura vernácula.
Pulque, maíz y fogón: cocina de raíz tlaxcalteca
Una de las joyas de la experiencia en García Méndez es su cocina. El comedor principal, cálido y sin pretensiones, ofrece menús diarios inspirados en la gastronomía tradicional tlaxcalteca. Los ingredientes se obtienen de productores locales: maíz criollo, frijoles ayocotes, flores de calabaza, hongos de temporada, nopales, carne de res y cerdo criados sin prisa.
Los platillos se cocinan a fuego lento, como se hacía antes, en cazuelas de barro y sobre comales de leña. No hay prisa en la cocina, y eso se nota en los sabores. Es común encontrar en el menú del día tlatlapas con epazote, mole de ladrillo con guajolote, mixiotes de conejo, tamales canarios, o una sopa de haba con nopalitos. Para beber, el pulque fresco —extraído de los propios magueyes de la hacienda— se sirve natural o curado con frutas de temporada, como guayaba, piña o avena.
Los postres no se quedan atrás: dulce de calabaza, natillas con miel de maguey, pan de elote. Cada comida es una celebración del gusto por lo auténtico, una forma de honrar los sabores heredados de generación en generación.
Naturaleza y ritmo pausado
A diferencia de las haciendas enfocadas en el turismo masivo, García Méndez privilegia la experiencia íntima y el contacto directo con el entorno. El paisaje que la rodea está formado por parcelas de cultivo, magueyeras, árboles frutales y cerros bajos que cambian de tonalidad a lo largo del día. Aquí, caminar es parte de la experiencia: por los senderos entre los nopales, a lo largo de los canales de riego, o hasta una pequeña ermita abandonada que mira hacia el valle.
Los visitantes pueden participar en actividades que conectan con el saber rural: desde la recolección de hierbas medicinales hasta la elaboración artesanal del pulque. Hay talleres ocasionales de cocina tradicional, bordado tlaxcalteca y herbolaria, todos guiados por personas de la comunidad. La idea no es solo mostrar, sino compartir el conocimiento y establecer vínculos auténticos entre anfitriones y huéspedes.
Para quienes buscan mayor introspección, se ofrecen sesiones de meditación guiada al amanecer, baños de temazcal y caminatas contemplativas. El silencio, el canto de las aves, el crujido de los árboles al viento se vuelven parte esencial del viaje.
Celebraciones con sentido
Gracias a su atmósfera cálida y su riqueza simbólica, la hacienda se ha convertido también en un lugar ideal para bodas, encuentros espirituales, talleres de arte y retiros creativos. La antigua troje y los patios arbolados se transforman, según la ocasión, en salones, galerías o escenarios al aire libre. La arquitectura sobria y el entorno natural ofrecen un marco idóneo para celebraciones íntimas, con un sello personal y sin artificios.
El equipo de García Méndez trabaja con sensibilidad para que cada evento conserve la esencia del lugar: respeto por la tierra, por las personas y por la memoria. Ya sea una boda entre encinos o un círculo de lectura en la biblioteca, todo se organiza con detalle, sin perder el alma.
Un destino que permanece en la memoria
Ubicada a solo dos horas de la Ciudad de México y a menos de 40 minutos de Tlaxcala capital, la Hacienda García Méndez es una escapada accesible, pero alejada del ritmo frenético del día a día. Más que un hospedaje o un centro de eventos, es un espacio donde la historia, la naturaleza y la hospitalidad se entrelazan para ofrecer una experiencia transformadora.
Quien cruza sus portones no encuentra lujos ostentosos ni distracciones tecnológicas, sino algo más valioso: tiempo, autenticidad y un profundo sentido de pertenencia. En García Méndez, cada huésped es invitado a reconectar con lo esencial —con la tierra, con la tradición, con el silencio— y a llevar consigo una parte de Tlaxcala que no se olvida.
Comments (0)