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La Hacienda de Santa Ana de los Hornos se erige como uno de los testimonios más antiguos y emblemáticos de la colonización jesuita en la región de La Laguna. Situada a unos 65 kilómetros al suroeste de Torreón, cerca del poblado de Viesca, esta antigua misión y hacienda es hoy un vestigio histórico que combina belleza arquitectónica, arte sacro del periodo virreinal y leyenda local. Su entorno desértico y su arquitectura de adobe, cantera y ladrillo hacen del sitio un lugar que transporta al visitante a los siglos XVII y XVIII.
Orígenes jesuíticos
Fundada por los jesuitas hacia finales del siglo XVI o principios del XVII por el misionero Juan Agustín de Espinoza, la misión de Santa Ana de los Hornos fue uno de los primeros asentamientos religiosos de la zona, estableciendo un punto de contacto con pobladores procedentes de Parras de la Fuente. Durante casi dos siglos, los jesuitas administraron la hacienda y construyeron la capilla en honor a Santa Ana, siguiendo los modelos del barroco novohispano. En 1767, tras la expulsión de la Compañía de Jesús, la misión fue secularizada y pasó a manos privadas, particularmente a la familia Zuloaga, descendiente de un vasco que se estableció en la zona, quien consolidó el casco hacendario actual y lo convirtió en un centro productivo agrícola y ganadero.
Época porfirista y auge industrial
Durante el Porfiriato, en la transición hacia el siglo XX, Santa Ana de los Hornos vivió una transformación: se instaló una fábrica de locomotoras y vagones de tranvía, aprovechando el auge ferroviario regional. Esta planta operó hasta alrededor de 1924, cuando cerró, posiblemente por restricciones derivadas del Tratado Bucareli con Estados Unidos. A pesar del cierre industrial, el entorno agrícola tomó más fuerza: granos y algodón se cultivaron extensamente hasta la reforma agraria de 1934, que formalizó la región como ejido bajo el nombre de Venustiano Carranza. La hacienda se adaptó entonces a las nuevas condiciones sociales, sin dejar de ser un referente histórico y cultural.
Arquitectura y arte sacro
El conjunto conserva hoy ruinas de la casa principal —una construcción de dos niveles hecha de adobe, ladrillo y cantera— y vestigios de la tienda de raya, que también fue escuela y finalmente vivienda particular. El elemento más destacado del sitio es la capilla, construida en el siglo XVIII. Su fachada muestra cantera finamente labrada, puerta de madera tallada, campanario robusto y una espadaña que domina el conjunto. En el interior se conserva un espectacular retablo churrigueresco en el altar mayor, acompañado de altares secundarios, pinturas religiosas y techos de vigas con decoración artesanal. Las obras fueron creadas por artistas virreinales de renombre, como José Alcíbar y Antonio de Torres. Estos detalles hacen de la capilla un espacio sagrado de enorme valor artístico y espiritual.
Restauración y estado actual
En 2010 se emprendió un proyecto de restauración importante gracias a la fundación Adopta una Obra de Arte, junto con el INAH y apoyo del gobierno municipal y empresarios; se destinaron millones de pesos al templo y otros recursos a la hacienda. Sin embargo, a partir de 2021 se ha denunciado falta de mantenimiento: fisuras, techos deteriorados, puertas dañadas y rejas oxidadas dan cuenta de la escasa intervención posterior. Actualmente la capilla abre al público solo algunos días de la semana y depende de los cuidadores locales para permitir el acceso a los visitantes. La comunidad ha manifestado el deseo de proteger este patrimonio, aunque requiere apoyo institucional para garantizar su conservación a largo plazo.
Historia y anécdotas
Un episodio significativo es que en 1811, durante el auge del movimiento independentista, Miguel Hidalgo e Ignacio Allende estuvieron prisioneros en Santa Ana de los Hornos antes de ser trasladados a juicio en Chihuahua. También existe una anécdota local: en los años ochenta, un poblador fue asesinado por el famoso cineasta Emilio Fernández durante una filmación en la zona, lo cual generó atención mediática temporal. Estos sucesos, aunque distintos en naturaleza, han contribuido a tejer el mito y la historia popular que rodea a la hacienda, añadiendo una dimensión dramática a su ya rico pasado.
El lugar hoy: turismo y entorno
Actualmente, la zona se promueve como un destino de turismo de aventura e histórico. La cercanía a las Dunas de Bilbao permite combinar una visita cultural con acampada y actividades al aire libre. Una visita típica puede durar más de tres horas si se decide acampar; se recomienda llevar agua, alimentos, usar ropa fresca y visitar por la mañana debido al clima desértico seco, semicálido y con precipitaciones anuales menores a 200 milímetros. La experiencia de recorrer este sitio histórico entre arenas y ruinas ofrece una conexión única con el pasado colonial del norte de México.
Importancia cultural
Santa Ana de los Hornos no solo es valiosa por su antigüedad, sino también por ser la primera hacienda fundada en la Comarca Lagunera, con un legado artístico y religioso que la convierte en uno de los lugares más bellos del norte de México. La capilla conserva obras de arte sacro del siglo XVII y XVIII, dignas del reconocimiento nacional. Además, refleja las transformaciones políticas, sociales y económicas del país: desde su origen jesuita hasta el cambio por reformas agrarias y el declive económico tras la Revolución. Es un símbolo de resistencia histórica que invita a reflexionar sobre el devenir de las comunidades rurales y la necesidad de preservar su memoria.
Recomendaciones para visitantes
Cómo llegar: desde Torreón, tomar la carretera a Matamoros y luego la libre a Saltillo hasta Zapata, seguir por terracería hasta el ejido Venustiano Carranza, aproximadamente diez kilómetros de camino poco transitado con baches. Horarios: sin horario fijo; abre generalmente los miércoles y jueves cuando acude el sacerdote o las monjas; se recomienda preguntar por los encargados locales. Accesorios útiles: agua, protección solar, calzado cómodo, cámara, respeto a los espacios sagrados. Turismo complementario: visitar las Dunas de Bilbao para acampar o disfrutar naturaleza y paisaje árido.
La Hacienda de Santa Ana de los Hornos es un monumento lleno de memoria: emblemático por ser un asentamiento jesuita fundacional, testigo de pasajes de la independencia y centro industrial por un breve periodo. Su capilla mantiene un valor artístico excepcional y, aunque su conservación enfrenta desafíos, sigue siendo un sitio de belleza y espiritualidad. Con una restauración sostenida y una difusión turística responsable, esta joya escondida en el desierto puede seguir transmitiendo siglos de historia. Por ahora, quienes la visitan encuentran una experiencia única: cruzar el umbral de un pasado colonial, religioso e industrial, entre ruinas y arte sagrado, en el corazón de Coahuila.


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