En el municipio de San Miguel Contla, a tan solo unos kilómetros de la ciudad…

La historia del noreste de México está marcada por la presencia de antiguas haciendas que, durante siglos, fueron el motor económico y social de la región. Una de las más representativas en el estado de Nuevo León es la Hacienda de San Sebastián de Los Lermas, ubicada en el actual municipio de Guadalupe, dentro del área metropolitana de Monterrey.
Su origen se remonta a los tiempos coloniales y, aunque el paso de los siglos ha transformado su entorno, esta hacienda se mantiene como un testimonio vivo del pasado agrícola y ganadero que caracterizó a la zona.
Origen e importancia histórica
La Hacienda de San Sebastián de Los Lermas fue fundada en el siglo XVIII, en un periodo en que la expansión agrícola y ganadera consolidaba el crecimiento de los asentamientos en Nuevo León. Su ubicación, en las tierras fértiles que rodeaban al río La Silla, la convirtió en un espacio ideal para el cultivo de maíz, trigo y frutales, además de la crianza de ganado. Como muchas haciendas de la época, no solo fue un centro productivo, sino también un núcleo social y cultural, donde trabajadores, familias y viajeros encontraban un punto de referencia.
El apellido “Lermas” proviene de una de las familias que administraron y desarrollaron la hacienda, quienes convirtieron estas tierras en un espacio próspero, vinculado a la economía regional. Guadalupe, que en aquel entonces era todavía un pequeño poblado, se benefició de la actividad productiva de la hacienda, lo que favoreció su integración con Monterrey y otras comunidades vecinas.
Arquitectura y características
Aunque el paso del tiempo ha provocado la pérdida de algunos elementos originales, la Hacienda de San Sebastián de Los Lermas conserva rasgos arquitectónicos propios del periodo colonial tardío. Sus muros de piedra y adobe, gruesos y sólidos, reflejan las técnicas constructivas empleadas para resistir las inclemencias del clima. El portón principal, las arcadas y los restos de patios interiores evocan la vida diaria de los peones y hacendados que transitaron por sus corredores.
Las haciendas de Nuevo León, a diferencia de las del centro del país, no siempre contaban con ornamentación tan elaborada, pues su función era principalmente práctica. Sin embargo, esta sobriedad les otorgaba un carácter austero que se integraba con el paisaje semidesértico del noreste. En el caso de San Sebastián de Los Lermas, se distinguió por la amplitud de sus terrenos y la cercanía con el río, lo que garantizaba abastecimiento de agua.
Función económica y social
La hacienda fue un centro productivo diversificado. Su principal actividad estaba vinculada a la agricultura, aprovechando la fertilidad de los suelos y el agua del río La Silla. Los cultivos abastecían tanto a la población local como a Monterrey, que en el siglo XVIII y XIX experimentaba un crecimiento constante.
El ganado también desempeñó un papel importante. Los corrales y potreros de la hacienda permitían la crianza de bovinos y caprinos, que eran comercializados en mercados regionales. Con ello, San Sebastián de Los Lermas se convirtió en un engranaje de la economía pecuaria del noreste, aportando recursos e impulsando la integración de Guadalupe como municipio destacado dentro de Nuevo León.
A nivel social, como en muchas haciendas, los trabajadores residían en el mismo complejo, formando comunidades que giraban en torno a las labores del campo. La capilla de la hacienda era un punto de encuentro espiritual y cultural, donde se celebraban festividades religiosas que fortalecían los lazos de identidad local.
Transformaciones en el siglo XIX y XX
Con la independencia de México y los posteriores cambios en la propiedad de la tierra, muchas haciendas del país experimentaron crisis. La Reforma Agraria del siglo XIX y, más tarde, la Revolución Mexicana en el XX, propiciaron la fragmentación de grandes extensiones de tierra, afectando directamente a San Sebastián de Los Lermas. Sus terrenos comenzaron a subdividirse y dieron paso al crecimiento urbano que caracteriza hoy a Guadalupe.
A pesar de ello, la hacienda logró conservar parte de sus estructuras principales, que han sido restauradas en distintos momentos para preservar su valor histórico. Con el avance del siglo XX, su papel productivo quedó en el pasado, pero surgió una nueva función: la de resguardar la memoria cultural de la región.
Valor cultural y turístico actual
Hoy en día, la Hacienda de San Sebastián de Los Lermas se reconoce como un patrimonio histórico de Guadalupe. Aunque ya no cumple su antigua función agrícola o ganadera, su existencia permite comprender cómo las haciendas moldearon la vida económica y social del noreste mexicano.
La cercanía con Monterrey ha hecho que este lugar sea visitado por investigadores, turistas y habitantes interesados en conocer más sobre la historia local. Además, su arquitectura restaurada sirve como escenario para actividades culturales y recorridos históricos que buscan fortalecer la identidad de la comunidad.
El rescate de este tipo de espacios es fundamental para mantener viva la memoria de un pasado en el que las haciendas no eran simples residencias, sino centros que sostenían la economía y la vida de poblaciones enteras. San Sebastián de Los Lermas es, en este sentido, un ejemplo valioso de cómo la herencia colonial ha sobrevivido al paso del tiempo en medio de la urbanización moderna.
La Hacienda de San Sebastián de Los Lermas, en Guadalupe, Nuevo León, constituye un legado arquitectónico e histórico que nos recuerda la importancia de las haciendas en el desarrollo del noreste mexicano. Desde su papel como centro agrícola y ganadero, hasta su función actual como referente cultural, ha sido testigo de los cambios sociales y económicos que transformaron la región.
Preservar este tipo de inmuebles no solo honra a quienes forjaron con esfuerzo las bases del estado de Nuevo León, sino que también permite a las nuevas generaciones mantener un vínculo con sus raíces. En un entorno urbano cada vez más dinámico, la Hacienda de San Sebastián de Los Lermas sigue de pie, evocando la memoria de una época en la que el campo, el trabajo y la tradición daban forma a la vida cotidiana.


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