Entre las colinas verdes y los cielos amplios de la Sierra Madre Oriental, en el…

La Hacienda de Atotonilco, originalmente conocida como San Juan Bautista de Atotonilco de Campa, es uno de los recintos agrícolas más antiguos y emblemáticos del norte de México. Sus orígenes se remontan a finales del siglo XVI, cuando diversas mercedes de tierra fueron concedidas a conquistadores y encomenderos como Pedro de Heredia y Bernardo de Luna en 1569–1574, y luego a Pedro Hernández Caro en 1589.
Durante el siglo XVII pasó a manos del capitán Juan de Nava de Sugasti, quien le otorgó su nombre religioso. A lo largo de las siguientes décadas la propiedad cambió de dueños —familias De la Campa, Medina, Cazal y Pedriza— hasta quedar bajo nuevas sociedades, destacando la sociedad López Saravia en el siglo XIX .
Inicialmente la hacienda era autosuficiente, con cultivos de maíz, frijol, chile y pastos para ganado bovino y caprino, aprovechando arroyos y aguajes naturales. Su arquitectura incluía una capilla con portada sencilla y vieja puerta similar a la de la casa del Conde de Súchil, además de un torreón defensivo frente a ataques de apaches. Tras la Revolución y el reparto agrario la hacienda se dividió, aunque su casco principal quedó intacto y fue parcialmente reconstruido por Raymond Bell.
Ubicación y acceso
La hacienda se encuentra en el municipio de Cuencamé, cerca del pueblo de Atotonilco, en el valle central de Durango, a 1 983 m de altitud. Desde Durango capital, el recorrido por carretera dura cerca de una hora; tras una salida a Cuencamé se toma un tramo de terracería para llegar al sitio. El entorno semidesértico ofrece vistas panorámicas de campo y cerros, ideal para quienes buscan turismo rural alejado de multitudes.
Atractivos turísticos cercanos
La visita a Atotonilco permite combinar patrimonio arquitectónico y naturaleza:
Pueblo de Atotonilco: conserva una capilla colonial dedicada a San Juan Bautista y una vida rural auténtica.
Cuencamé: municipio donde se encuentra el Ex‑Hacienda, cuenta con manantiales como San Pedro de Ocuila, ideales para paseos, y ricas manifestaciones religiosas en su templo barroco.
Paisajes cercanos: cerros como La Cruz, San Lorenzo y Pasaje ofrecen rutas de senderismo y observación de fauna silvestre.
Ruta hacendaria: otras antiguas haciendas de gran valor histórico se hallan a lo largo del valle, conectando un itinerario temático sobre la arquitectura y la vida rural tradicional .
Como complemento, a menos de dos horas se encuentra Durango capital, con riqueza cultural, gastronomía y patrimonio colonial.
Gastronomía regional y sabores del campo
La región donde se ubica la hacienda ofrece una gastronomía típica del campo duranguense, basada en ingredientes locales frescos y recetas tradicionales:
Platos emblemáticos como el caldillo durangueño, carne seca con chile pasado, y gorditas rellenas con frijoles o picadillo.
En los mercados y fondas ofrecen tamales, empanadas dulces y asados; también destacan los lácteos como queso fresco y requesón.
Dulces regionales incluyen cajeta de membrillo y jamoncillos, que viajeros describen con entusiasmo.
La región es ganadera, por lo que la carne de res, cerdo y cabrito se preparan al carbón; y en ferias agrícolas se encuentran mezcal artesanal y quesos locales.
Consejos para planear tu visita
Contacto y permisos: La ex‑hacienda es de acceso restringido. Para ingresar al casco patrimonial es necesario contactar con autoridades del municipio, ejido o custodios locales para obtener permiso.
Guía local recomendada: Contar con un guía de la comunidad aporta datos históricos, acceso seguro a zonas ocultas y enriquece la experiencia.
Ropa y equipo: Lleva calzado cómodo para senderos, ropa según temperatura (templada de día, fresca en la noche), sombrero, protector solar, agua y snacks.
Época ideal: La primavera y el otoño son óptimos por su clima agradable; el verano puede ser caluroso y el invierno frío en las noches.
Respecto comunitario: La hacienda y el pueblo son espacios vivos; toma fotos con consentimiento, respeta propiedades privadas y no dejes basura.
Ruta combinada: Puedes explorar cerros cercanos, visitar Cuencamé con sus manantiales y recorrer otras haciendas históricas, completando una experiencia cultural y ecológica.
Un legado histórico-campesino que sigue vigente
La Hacienda de Atotonilco es más que un conjunto de muros antiguos: es un vestigio vivo de la historia agropecuaria de Durango, un testimonio del paso del sistema colonial al reparto agrario, que aún conserva su capilla, torre y muros defensivos. Su recuperación parcial y su integración al paisaje rural permiten ofrecer una experiencia turística centrada en la autenticidad, la memoria y el contacto con comunidades que aún habitan y trabajan el campo.
Para el viajero que busca autenticidad, patrimonio y naturaleza, Atotonilco ofrece una inmersión profunda en la tradición del altiplano, una conexión con las raíces del campo mexicano y una visita narrada por quienes aún viven y cuentan su historia. Ideal para quienes desean salir del circuito urbano, respirar aire puro y caminar entre historias vivas que revelan la identidad del norte de México.
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