Enclavada en las faldas del majestuoso volcán Tacaná, dentro del fértil municipio de Cacahoatán, Chiapas,…

En el corazón de Campeche, a unos cinco kilómetros del municipio de Hecelchakán, se encuentra la majestuosa Hacienda Blanca Flor, uno de los tesoros históricos mejor conservados del sureste mexicano. Su localización en el kilómetro 83.5 de la carretera Campeche–Mérida no solo la hace accesible, sino que la sitúa estratégicamente sobre el antiguo Camino Real, la vía histórica que unía el Golfo con el interior del país.
Fundada en el siglo XVI por fray Pedro Peña Claros, un religioso franciscano, Blanca Flor fue originalmente concebida como lugar de retiro y misión evangelizadora, aunque con el tiempo se transformó en una hacienda agrícola y ganadera que marcó época.
Testigo de guerras y momentos históricos
Durante sus más de cuatro siglos de existencia, la Hacienda Blanca Flor ha sido escenario de importantes episodios históricos. En 1843, durante los conflictos previos a la Guerra de Castas, el lugar fue utilizado como refugio por criollos y autoridades ante el avance de grupos mayas sublevados. Años más tarde, en 1915, fue tomada por grupos separatistas durante la Revolución Mexicana, convirtiéndose en bastión defensivo frente al avance de las tropas del general Salvador Alvarado. Las balas dejaron cicatrices visibles en sus muros, y muchas estructuras fueron incendiadas. A pesar de ello, algunas secciones como la iglesia, el arco de entrada y parte de los corredores han perdurado con dignidad, resistiendo al paso del tiempo y los conflictos.
Visita imperial: la emperatriz Carlota
Uno de los momentos más notables de la historia de la hacienda ocurrió en diciembre de 1865, cuando la emperatriz Carlota de Habsburgo, esposa del emperador Maximiliano, se hospedó allí durante su viaje por la península. Su presencia fue recibida con fasto y solemnidad, y desde entonces el sitio adquirió un halo de nobleza que aún perdura. Esta visita quedó registrada en diversas crónicas de la época, y es motivo de orgullo local.
Restauración y renacimiento como hotel boutique
Tras años de abandono, Blanca Flor fue rescatada a finales del siglo XX por manos privadas que emprendieron una restauración respetuosa con su carácter histórico. Hoy funciona como un hotel boutique con restaurante, spa y actividades culturales, sin perder el alma colonial que la define. El complejo alberga 12 habitaciones dentro de la casa principal, decoradas con mobiliario de época, techos altos, pisos de pasta y balcones que miran hacia el jardín central. También hay seis cabañas al estilo maya, construidas con materiales locales como palma y madera, que ofrecen una experiencia más íntima y natural.
Jardines, arcos y un ambiente de paz
El espacio central de la hacienda es un jardín amplio enmarcado por arcos coloniales donde florecen árboles frutales, bugambilias y azahares. Allí se ubica la piscina al aire libre, rodeada de camastros, ideal para refrescarse bajo el sol campechano. El antiguo cuarto de máquinas fue adaptado como restaurante, donde se sirve gastronomía regional con ingredientes frescos del huerto. Destaca también el bar “Las Máscaras”, ubicado en la noria restaurada, un espacio que combina historia y creatividad.
Cocina regional con alma de tradición
Uno de los grandes atractivos de la Hacienda Blanca Flor es su gastronomía. El restaurante ofrece platillos típicos de Campeche como poc chuc, relleno negro, pollo pibil y gorditas de chaya, todos preparados con técnicas tradicionales y productos de temporada. El ambiente del comedor, con paredes de piedra y decoración sencilla pero elegante, convierte cada comida en una experiencia sensorial y cultural. El pan artesanal, las mermeladas caseras y los jugos naturales del desayuno son especialmente elogiados por los visitantes.
Un refugio para el descanso y la reflexión
Más allá de su valor histórico y culinario, la hacienda ofrece un espacio ideal para el descanso y la contemplación. El silencio se entrelaza con el canto de las aves y el aroma de las flores del jardín. La biblioteca, los salones con mecedoras antiguas, las terrazas sombreadas y el spa (disponible con previa reserva) invitan a desacelerar el ritmo. Es el tipo de lugar donde el tiempo parece detenerse y el viajero puede reconectar con lo esencial.
Actividades y excursiones en los alrededores
Desde la Hacienda Blanca Flor se pueden organizar recorridos culturales y ecológicos a sitios de gran interés. A poca distancia están las zonas arqueológicas de Edzná y Uxmal, ideales para conocer la grandeza de la civilización maya. También se puede visitar Pomuch, famoso por sus tradiciones funerarias y pan artesanal; Isla Arena, un paraíso costero con manglares y flamencos; o Celestún, santuario de aves y zona costera de gran belleza. Además, la hacienda ofrece paseos en calesa, bicicleta o a caballo, talleres de cocina y visitas guiadas por el antiguo Camino Real.
Blanca Flor: entre el pasado y el presente
La riqueza de la Hacienda Blanca Flor reside no solo en sus paredes de piedra o sus corredores centenarios, sino en la manera en que ha sabido fusionar la memoria histórica con una propuesta contemporánea de hospitalidad y turismo consciente. Aquí, cada detalle —desde el mobiliario hasta la comida— refleja el deseo de preservar el alma del lugar, sin renunciar al confort. La experiencia de hospedarse en Blanca Flor no es simplemente vacacional: es un viaje al corazón de Campeche, a sus raíces, a su espíritu resiliente.
Recomendaciones para el visitante
- Reserva con anticipación, sobre todo en temporada alta (noviembre–abril).
- Si buscas una experiencia más rústica, solicita una de las cabañas mayas.
- No dejes de probar el poc chuc y el pan de Pomuch en el desayuno.
- Aprovecha para explorar los sitios arqueológicos cercanos y llevar contigo artesanías locales.
- Pregunta por las actividades especiales como noches de leyendas, catas de miel melipona o talleres textiles.
Un rincón con alma en Campeche
La Hacienda Blanca Flor no es solo un sitio para dormir: es un espacio vivo donde el pasado sigue respirando entre murales, patios, ruinas y flores. Ideal para quienes buscan un destino diferente, donde la historia, la naturaleza y la hospitalidad se entrelazan, Blanca Flor representa lo mejor de la tradición campechana. Ya sea para una escapada romántica, un retiro cultural o un viaje de reconexión con la naturaleza, este lugar te espera con las puertas abiertas y el corazón lleno de memorias.


Comments (0)