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La Ex-Hacienda Briseñas, ubicada en Briseñas de Matamoros, Michoacán, es un pilar histórico de la región de la Ciénega de Chapala, un área conocida por su fertilidad y su sistema hidrológico, alimentado por los ríos Lerma y Duero. Este sitio, que data de la época colonial, desempeñó un papel crucial en la economía agrícola y ganadera de Michoacán, contribuyendo al desarrollo de la localidad que hoy lleva su nombre.
Su transformación de hacienda a cabecera municipal refleja la evolución de las comunidades rurales mexicanas, similar a las haciendas tlaxcaltecas. A pesar de su deterioro, la Ex-Hacienda Briseñas conserva un valor arquitectónico y cultural que la convierte en un punto de interés histórico. Este artículo explora su origen, desarrollo, impacto social y potencial turístico, conectando con el interés por las haciendas de México.
Orígenes y Desarrollo Histórico
La historia de la Ex-Hacienda Briseñas se remonta al siglo XVII, cuando las tierras de la Ciénega de Chapala fueron otorgadas a colonos españoles como parte del sistema de encomiendas. Situada a 156 km de Morelia, a una altitud de 1,500 a 1,600 metros sobre el nivel del mar, la hacienda aprovechó los suelos fértiles y el acceso al agua para convertirse en un centro de producción agrícola y ganadera. Aunque no se conoce con exactitud su fundador, se sabe que formó parte del partido de Zamora y estaba integrada al municipio de Ixtlán antes de su emancipación. Su nombre, según la tradición local, podría derivar del apellido Briceño, asociado a los primeros propietarios, o de las brisas del río Lerma, aunque esta última versión es cuestionada por la calma de las aguas locales.
En el siglo XIX, la hacienda tuvo varios propietarios destacados, incluyendo a Manuel Castellanos, quien la arrendó en 1839, y a Francisco Velarde de la Mora, conocido como “El Burro de Oro” por su riqueza y excentricidades. Velarde, un imperialista durante la Intervención Francesa, perdió sus propiedades tras su ejecución en 1867, y la hacienda fue subastada en 1871 al empresario tapatío José María Martínez Negrete. En 1910, el presidente Porfirio Díaz se hospedó una semana en la hacienda, un evento que resalta su importancia en la época porfiriana, cuando el ferrocarril México-Morelia-Guadalajara impulsó la exportación de sus productos agrícolas.
Arquitectura y Patrimonio
El casco de la Ex-Hacienda Briseñas es un ejemplo notable de la arquitectura hacendaria colonial. La casa principal, que hoy funciona como la Presidencia Municipal, presenta una fachada de un nivel con un portal de arquería de medio punto, típico del estilo colonial mexicano. En su interior, un patio conserva parte de su antigua arquería, aunque ha sido modificado. El complejo incluye bodegas, un granero y una capilla, que reflejan la autosuficiencia de la hacienda. Recientes murales del maestro Nico, que ilustran la hacienda en su esplendor, adornan los muros de la Presidencia, añadiendo un valor artístico que conecta el pasado con el presente.
Aunque la hacienda no está tan bien conservada como otras en Michoacán, su arquitectura sigue siendo funcional. La capilla, aunque en deterioro, es un Monumento Histórico reconocido por el INAH, y la casa principal mantiene su estructura original. La integración del casco en la vida municipal, similar a la Hacienda Buena Vista en Vista Hermosa, demuestra cómo estas estructuras han evolucionado para servir a las comunidades modernas. Sin embargo, la falta de mantenimiento amenaza su conservación, un desafío común para las haciendas de la región.
Impacto Social y Cultural
La Ex-Hacienda Briseñas fue el núcleo de la comunidad que dio origen al municipio de Briseñas de Matamoros. Inicialmente conocida como Villa de Cárdenas, la localidad creció en torno a la hacienda, con peones y sus familias dedicados a la agricultura y la ganadería. La tienda de raya, que usaba vales de papel para pagar a los trabajadores, ataba a los peones a la hacienda, un sistema común en la época. La comunidad, con un 0.53% de población indígena en 2010, conserva tradiciones como las fiestas en honor a la Virgen de Guadalupe y la producción de tequila, una denominación de origen michoacana.
Un relato fascinante vincula a la hacienda con Otto Munster, un alemán que en la década de 1940 impulsó mejoras como un sistema de bombeo en el río Lerma y la construcción de un puente. Según José Ávalos, un habitante nacido en 1935, Munster, posiblemente un espía nazi, se suicidó tras la Segunda Guerra Mundial, dejando un legado de misterio que enriquece la narrativa local. Este episodio, documentado por La Voz de Michoacán, subraya la diversidad cultural de la región, influenciada por inmigrantes europeos, como los italianos y alemanes en haciendas vecinas como Lombardía.
La Revolución Mexicana y Declive
La Revolución Mexicana marcó el fin de la era hacendaria en Briseñas. La reforma agraria de Lázaro Cárdenas redistribuyó 2,726 hectáreas a los campesinos en 1932, cuando la hacienda adquirió la categoría de tenencia dentro de Vista Hermosa. Este reparto fragmentó el latifundio, reduciendo su función económica. En 1950, gracias a la gestión de José Magaña Pérez, Briseñas fue elevada a municipio, con la hacienda como cabecera, nombrada Briseñas de Matamoros en honor al héroe independentista. La población creció a 11,681 habitantes en 2020, con una densidad de 172.6 hab/km², reflejando su transición de hacienda a centro urbano.
Relevancia Actual y Potencial Turístico
Hoy, la Ex-Hacienda Briseñas no es un destino turístico tan desarrollado como las haciendas tlaxcaltecas, pero su potencial es significativo. La casa principal, como Presidencia Municipal, es accesible, y los murales del maestro Nico atraen a visitantes interesados en la historia. La cercanía al río Lerma y a Jiquilpan, un Pueblo Mágico a 30 km, complementa su atractivo. Aunque la capilla requiere restauración, el complejo podría integrarse en una Ruta de las Haciendas de Michoacán, similar a la de Tlaxcala, con recorridos que combinen historia, gastronomía (carnitas y tequila) y festividades locales.
La localidad cuenta con 13 escuelas y una economía donde el 47.5% de la población es activa, con un 8.08% de hogares con acceso a internet en 2010. La producción de tequila, respaldada por la denominación de origen, es un atractivo adicional. Sin embargo, la falta de infraestructura hotelera requiere que los visitantes se hospeden en Zamora o Jiquilpan. Iniciativas del INAH y la Universidad de Guadalajara podrían impulsar la conservación, revitalizando el sitio como un destino cultural.
Conexión con las Haciendas de Tlaxcala
El interés por las haciendas tlaxcaltecas, como Soltepec, se refleja en Briseñas por su rol como núcleo económico y social. Mientras Tlaxcala destaca por el pulque, Briseñas se centró en la agricultura y la ganadería, pero ambas comparten la influencia de la reforma agraria y la transformación en centros comunitarios. La capilla y los murales de Briseñas, como las capillas de Tlaxcala, son símbolos de la vida cultural, y su potencial turístico podría emular el modelo de haciendas convertidas en hoteles o museos.
La Ex-Hacienda Briseñas es un testimonio de la historia colonial y porfiriana de Michoacán, desde su auge como centro agrícola hasta su transformación en cabecera municipal. Su arquitectura, con la casa principal y la capilla, y relatos como el de Otto Munster, enriquecen su legado. Aunque enfrenta desafíos de conservación, su integración en la vida de Briseñas de Matamoros y su potencial turístico la convierten en un puente entre el pasado y el presente. Al igual que las haciendas de Tlaxcala, Briseñas invita a explorar la riqueza histórica de la Ciénega de Chapala, uniendo tradición y modernidad.


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