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En el municipio de Apetatitlán, a escasos minutos de la ciudad de Tlaxcala, se encuentra la Hacienda Santa Elena, conocida también como Ex Fábrica de Hilados y Tejidos.
Este sitio representa una valiosa confluencia entre el pasado agrícola virreinal y la historia industrial del México decimonónico, ofreciendo un testimonio único de transformación social, tecnológica y arquitectónica en la región.
De hacienda agrícola a centro industrial
Originalmente, Santa Elena fue una hacienda agrícola establecida durante el periodo virreinal, dedicada a la producción de cereales, maguey y ganadería menor. Su transformación comenzó a mediados del siglo XIX, cuando empresarios textiles identificaron el potencial del río Zahuapan como fuente de energía hidráulica para mover maquinaria. Así nació la Ex Fábrica Santa Elena, una de las primeras fábricas de hilados y tejidos del estado, que marcaría un hito en el desarrollo industrial de Tlaxcala.
La instalación de telares mecánicos, calderas y molinos hidráulicos convirtió este espacio rural en un núcleo de producción textil que funcionó activamente durante más de un siglo. La fábrica empleó a cientos de trabajadores locales y llegó a exportar sus productos a diversas regiones del país, consolidando a Santa Elena como parte del corredor industrial de Apetatitlán.
Arquitectura con herencia dual
El conjunto arquitectónico de Santa Elena refleja su doble origen: por un lado, se conservan estructuras típicas de la hacienda virreinal como patios amplios, casa grande con muros de adobe y tejados de dos aguas; por otro lado, destacan los imponentes galpones industriales de piedra y ladrillo rojo, las chimeneas que aún se alzan sobre los techos y las naves donde antiguamente retumbaban los telares.
La restauración del sitio ha permitido recuperar su valor histórico sin perder la autenticidad del entorno. Hoy en día, algunos de estos espacios albergan actividades culturales, talleres de arte, exposiciones temporales y eventos comunitarios, que han reactivado el uso del inmueble y lo han convertido en un referente para el turismo cultural en la región.
Paisaje ribereño y entorno natural
La hacienda se sitúa a orillas del río Zahuapan, uno de los principales afluentes del estado, cuyo caudal ha sido esencial tanto para la agricultura como para la industria. Este entorno ribereño, rodeado de árboles de capulín, sauces y huertas tradicionales, ofrece un paisaje sereno y pintoresco, ideal para caminatas, fotografía o simplemente para contemplar el paso del agua.
A lo largo del río se han trazado senderos ecológicos que conectan la Ex Fábrica Santa Elena con otros puntos de interés como el parque de Apetatitlán y pequeños santuarios populares. La zona es hábitat de garzas, patos silvestres, ranas y libélulas, lo que también la convierte en un lugar propicio para la observación de fauna local.
Una historia de trabajo y comunidad
La historia de Santa Elena está íntimamente ligada a la vida de sus trabajadores. Durante el auge de la fábrica, las familias enteras participaban en el proceso productivo: hombres operaban maquinaria, mujeres hilaban, tejían o cosían, y los niños colaboraban en tareas menores. A pesar de las duras condiciones laborales de la época, se formó una comunidad obrera sólida, con identidad propia y una intensa vida social.
Los antiguos obreros y sus descendientes aún recuerdan las jornadas de trabajo, los días de fiesta, las luchas por mejores condiciones y el orgullo de pertenecer a una industria que dio vida y sustento a la región. En algunas partes del recinto pueden verse murales y fotografías que rinden homenaje a esa memoria obrera, elemento esencial del patrimonio intangible de Santa Elena.
Actividades culturales y educativas
Actualmente, la Hacienda Santa Elena es un centro activo de actividades culturales. A lo largo del año se organizan ferias de arte, encuentros literarios, talleres de oficios tradicionales como encuadernación, tejido en telar, cerámica o carpintería. También se ofrecen recorridos guiados por el recinto que explican su evolución histórica, su arquitectura y su impacto social.
El espacio también se ha consolidado como un lugar de aprendizaje y reflexión. Escuelas, universidades y centros culturales de la región acuden para desarrollar proyectos de educación patrimonial, historia regional o desarrollo comunitario, fortaleciendo el vínculo entre pasado y presente.
Gastronomía tradicional con identidad tlaxcalteca
Como parte de la experiencia, los visitantes pueden disfrutar de la gastronomía típica de la región, ya sea en eventos especiales o en los fines de semana que se habilita el patio gastronómico. Entre los platillos más representativos están el mole prieto, los tamales de anís, las tlatlapas, el pan de pulque y los mixiotes de carnero.
Los ingredientes utilizados provienen en su mayoría de productores locales, y la preparación sigue recetas tradicionales que han pasado de generación en generación. También se pueden degustar bebidas como el atole agrio, el chocolate de metate o el pulque curado, símbolos de la cocina tlaxcalteca más profunda.
Un modelo de preservación y reconversión
El caso de Santa Elena es un ejemplo valioso de cómo los espacios industriales pueden reconvertirse en centros culturales sin perder su esencia histórica. A través de la participación comunitaria, el trabajo de restauradores, investigadores y promotores culturales, se ha logrado conservar este patrimonio vivo y dar nuevos usos a un sitio que estuvo décadas en abandono.
Más allá de su belleza arquitectónica, la Ex Fábrica de Santa Elena es un lugar cargado de significado social. Es un punto de encuentro para la comunidad, un recordatorio de las luchas laborales, un espacio para el arte y la memoria, y una fuente de identidad para el municipio de Apetatitlán y el estado de Tlaxcala.
Visitar Santa Elena: una experiencia transformadora
Ya sea por interés histórico, amor por la arquitectura, curiosidad cultural o deseo de conectar con las raíces del México obrero, la Hacienda Santa Elena ofrece una experiencia distinta a las típicas rutas turísticas. Aquí no se trata solo de ver un edificio antiguo, sino de escuchar las historias que sus muros aún cuentan, de sentir la energía de un lugar que ha resistido el paso del tiempo y de participar en su renovación activa.
Visitar este sitio es adentrarse en una Tlaxcala distinta, donde la tradición se une al cambio y la memoria al porvenir. Santa Elena es, en definitiva, un ejemplo de cómo el pasado puede iluminar nuestro presente y sembrar esperanza para el futuro.
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